¿Qué tal por Alemania? Ya te acostumbrarás, ya aprenderás alemán, ya verás que no son tan fríos, ya...
Ni pienso quedarme a vivir aquí, ni pienso aprender alemán, ni pienso acostumbrarme. Esto es como cuando quieren que salgas con un amigo que es majísimo, listísimo, y lo más mejor del mundo. Si tanto te gusta, cepíllatelo tú. Pues lo mismo, si os gusta tanto Alemania, os podéis mudar cuando queráis, existen casi 200 países en el mundo y yo no pienso quedarme en este.
La llegada para mí fue entretenida, cogí un taxi y el tío se equivocó de dirección. Cuando arrancó, me vi en una tienda de lencería erótica donde debía estar mi hostal, con las maletas en la calle y 14% de batería, en la otra punta de la ciudad.
Puse mi cara de: ya estamos creando batallitas y me busqué otro taxi. Al final, en modo viaje, las batallas se dividen en las que se solucionan gastándose más pasta/tiempo y las que no. Si se soluciona con la tarjeta o con paciencia, es un mal menor.
Me instalo en el albergue, habitación compartida. No tiene cocina, ni armario para guardar la mochila, huele a Marihuana en el pasillo y el barrio no es mi favorito, pero total, son diez días mientras me busco casa, así que me apaño.
Bajo a la calle a esperar a un amigo y el recepcionista sale a tener un pequeño chit chat conmigo, me dice que es su hostal, que donde voy y que si vuelvo antes de las diez que allí está.
A mí me da mucha pereza hacerme la simpática, en lugares donde tengo que pasar muchos días, el equilibrio entre ligar y ser simpática es muy frágil, os lo digo en serio, y mí me gusta estar tranquila.
Total, vuelvo y me acuesto y de madrugada se empieza a oír una bronca tremenda en el pasillo.
Recapacito y pienso, yo mañana me piro. Voy a hablar con el de la recepción, que mientras habla por teléfono me mira fijamente (modo aquí estoy, atravesándote, baby), y le pregunto, ¿qué?
Me dice que le gusto y le miro subiendo los hombros, mientras sacudo la cabeza ¿y?
Le cuento la batalla, me dice que le tenía que haber llamado por la noche, le explico que en medio de la bronca iba a salir de la habitación Rita the singer y bla, bla.
Total, le digo que entiendo que no pueda devolverme la pasta, que me devuelva la fianza de las toallas. Me ofrece un apartamento, una habitación individual... pero yo ya tengo claro como el agua, que paso de estar allí, así que le digo que no, que no.
Me pide mi número, va a calcular si me puede devolver algo. Le digo que no pasa nada, prefiero no dárselo, la verdad, pero en fin, que va a calcular que tal, que cuál, que Pascual. Se lo doy.
Le escribo al día siguiente y le pregunto por el cálculo. Me responde que dónde estoy, de la pasta ni mu.
Al día siguiente me escribe que qué tal estoy y que dónde estoy, le digo que e pasaré al día siguiente.
Y al día siguiente como llego muerta del vuelo, le digo que no puedo pasarme, vuelve a preguntarme que dónde estoy y del tirón se marca seis llamadas perdidas en una hora. Ni dónde estoy ni hostias, tío, dime si me vas a devolver algo y punto.
Total, que pienso, por máximo 30 pavos no voy a plantarme en el hostal, a verle la cara, a pasar un rato incómodo. Que debería ir, porque es mi dinero y no me la regalan, pero no me apetece.
Le bloqueo en el teléfono y fin de la historia.
Entre tanto he terminado en un hostal justo al lado de la estación central. Limpio, con cocina, con staff simpático y educado, lavadora y jardincito. Pathpoint Cologne - Backpacker Hostel, mi recomendación para visitar Colonia en modo albergue.
Ni pienso quedarme a vivir aquí, ni pienso aprender alemán, ni pienso acostumbrarme. Esto es como cuando quieren que salgas con un amigo que es majísimo, listísimo, y lo más mejor del mundo. Si tanto te gusta, cepíllatelo tú. Pues lo mismo, si os gusta tanto Alemania, os podéis mudar cuando queráis, existen casi 200 países en el mundo y yo no pienso quedarme en este.
La llegada para mí fue entretenida, cogí un taxi y el tío se equivocó de dirección. Cuando arrancó, me vi en una tienda de lencería erótica donde debía estar mi hostal, con las maletas en la calle y 14% de batería, en la otra punta de la ciudad.
Puse mi cara de: ya estamos creando batallitas y me busqué otro taxi. Al final, en modo viaje, las batallas se dividen en las que se solucionan gastándose más pasta/tiempo y las que no. Si se soluciona con la tarjeta o con paciencia, es un mal menor.
Me instalo en el albergue, habitación compartida. No tiene cocina, ni armario para guardar la mochila, huele a Marihuana en el pasillo y el barrio no es mi favorito, pero total, son diez días mientras me busco casa, así que me apaño.
Bajo a la calle a esperar a un amigo y el recepcionista sale a tener un pequeño chit chat conmigo, me dice que es su hostal, que donde voy y que si vuelvo antes de las diez que allí está.
A mí me da mucha pereza hacerme la simpática, en lugares donde tengo que pasar muchos días, el equilibrio entre ligar y ser simpática es muy frágil, os lo digo en serio, y mí me gusta estar tranquila.
Total, vuelvo y me acuesto y de madrugada se empieza a oír una bronca tremenda en el pasillo.
Recapacito y pienso, yo mañana me piro. Voy a hablar con el de la recepción, que mientras habla por teléfono me mira fijamente (modo aquí estoy, atravesándote, baby), y le pregunto, ¿qué?
Me dice que le gusto y le miro subiendo los hombros, mientras sacudo la cabeza ¿y?
Le cuento la batalla, me dice que le tenía que haber llamado por la noche, le explico que en medio de la bronca iba a salir de la habitación Rita the singer y bla, bla.
Total, le digo que entiendo que no pueda devolverme la pasta, que me devuelva la fianza de las toallas. Me ofrece un apartamento, una habitación individual... pero yo ya tengo claro como el agua, que paso de estar allí, así que le digo que no, que no.
Me pide mi número, va a calcular si me puede devolver algo. Le digo que no pasa nada, prefiero no dárselo, la verdad, pero en fin, que va a calcular que tal, que cuál, que Pascual. Se lo doy.
Le escribo al día siguiente y le pregunto por el cálculo. Me responde que dónde estoy, de la pasta ni mu.
Al día siguiente me escribe que qué tal estoy y que dónde estoy, le digo que e pasaré al día siguiente.
Y al día siguiente como llego muerta del vuelo, le digo que no puedo pasarme, vuelve a preguntarme que dónde estoy y del tirón se marca seis llamadas perdidas en una hora. Ni dónde estoy ni hostias, tío, dime si me vas a devolver algo y punto.
Total, que pienso, por máximo 30 pavos no voy a plantarme en el hostal, a verle la cara, a pasar un rato incómodo. Que debería ir, porque es mi dinero y no me la regalan, pero no me apetece.
Le bloqueo en el teléfono y fin de la historia.
Entre tanto he terminado en un hostal justo al lado de la estación central. Limpio, con cocina, con staff simpático y educado, lavadora y jardincito. Pathpoint Cologne - Backpacker Hostel, mi recomendación para visitar Colonia en modo albergue.
¿Y qué hace que sea tan difícil adaptarse a Alemania? El carácter y el idioma.
En España, cuando alguien se me acerca y me dice Sintago Birnibau, yo adivino que quieren ir al Bernabéu y les acompaño hasta el metro. He llevado gente al centro, he comprado billetes de tren, he explicado al camarero qué querían los de la mesa de al lado... y cuando no hablaba ningún idioma más que el mío, lo intentaba.
Entiendo que no todo el mundo tiene que ser simpático, pero el mínimo es ser educado. Y en rasgos generales, de todos los países que conozco, Alemania me parece el más maleducado de todos, con una diferencia asombrosa y para mí inesperada.
Podría sacar la lista de ejemplos, y seguramente vosotros tengáis la vuestra de lo majísimos que son, ya sabéis, mudaros cuando queráis :)
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