Hablamos muchísimo de los Ninis, esos jóvenes que ni estudian ni trabajan. Y hablamos mucho de los treinteañeros de hoy, de la gente cualificada que no puede pagarse una hipoteca, de los abuelos que con las pensiones que cobran son indigentes con techo... Y así podíamos seguir hasta el infinito, porque de colectivos desfavorecidos y de situaciones sociales nefastas, vamos sobrados.
Pero siempre que me hago "sangre mental" se me queda descolgada una categoría, esa gente que va desde la casi cincuentena a la edad de jubilación, y que para mi son una generación perdida.
Personas que han trabajado mucho, o poco, según el caso, que no trabajaban con contratos porque antes las cosas se hacían de forma diferente, y que no siempre se especializaban en algo, o se especializaron en materias para las que ahora se exige un título que acredite los conocimientos.
Gente que es demasiado mayor para trabajar en un mercado que se pasa por el forro la experiencia, y aboca al fracaso laboral a todo aquel que nació antes de la década de los 70 y no se preocupó, o no llegó, a un puesto fuerte en un sector determinado.
Gente a los que les quedan por delante muchos años, en un buen número de casos, para poder llegar a la edad de jubilación.
Hay ayudas para este colectivo, pero entre requisito y requisito se quedan fuera tantas personas, que llegará un día en el que pedir en la calle empiece a cotizar. Nos hemos pasado la vida diciendo que a los negritos del tercer mundo, hay que darles semillas para sembrar, herramientas para cultivar, y no la comida en una caja de ayuda internacional. Pero después, si nos miramos el ombligo, descubrimos que tenemos un sistema que hace que una generación perdida viva de las ayudas (familiares o gubernamentales), o de "chapucillas" y "remiendos" que se pagan en negro.
Yo trabajo, de mi sueldo bruto se retiene una pasta que sinceramente no sé donde va, mientras se gasta dinero público en cosas que no creo que nos hagan falta, se roba, se estafa, y se hace y se deshace en unas oficinas, en las que terminas entrando con tus papeles en la mano, como si en tu vida no hubieras hecho nada, esperando que haya una ayuda que no te obligue a pensar si poner la calefacción o no, en el mejor de todos los casos.
Hemos llegado a un punto en el que los cambios que hacen falta, hacen falta. Pero seguimos poniendo la otra mejilla. Nos dan una y giramos la cara esperando que la siguiente sea más flojita, "seguro que poco a poco la cosa va mejor", y nos dan otra, y giramos la cara porque "algún día se tendrá que acabar la crisis".
No sé que hay que hacer, lo intento, pero no tengo una idea que vaya a revolucionar la política del siglo, pero desde luego la solución no nos la van a dar los políticos de hoy, ni los que vengan después con la misma idea de la política, de bolsillos llenos, proyectos grandilocuentes y miserias para el resto.
Una pena que algún día espero sea el germen de algo más.
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