Todos marcando el día 21 de marzo con una florecita en el calendario, con caras sonrientes, con abejitas, petando el muro de Facebook con alegres estados.
Contentos porque llega esta estupendísima época en la que la sangre se altera, empieza a hacer mejor tiempo y todos estamos más felices. Con sus flores, su sol que llegará, los días más largos, caras sonrientes, publicidad bucólica y estallidos de color.
Oh, oh, yeah, que alegría me recorre el cuerpo. Sí, sí , felicidad suprema que emana de mis poros. ¡Oh!, ¡cuánta felicidad!, ¡oh!, ¡cuánta belleza!, ¡Oh!, ¡primavera, primavera cómo consigues hacerme feliz!
Y aquí es cuando ya deberíais haber notado el sarcasmo y percibir de que la primavera es mi estación menos favorita, por razones que os cuento en un pis-pas, que sabéis que yo soy muy de argumentar.
1. Explosión primaveral: alegría y alergia. Lo que se parecen estas dos palabras y lo poco que tienen que ver. Una cosa he de deciros, pequeños míos, el picor de unos ojos enrojecidos como tomates reventones, llevar un clínex como prolongación de la mano para recoger el aguichi nasal, y rascarse como si aspiraras a hacer el remake del planeta de los simios... es muy primaveral, pero conlleva felicidad cero y es tan sexy como Paquirrí en tanga.
2. Desfile de alegría (y de nula combinación) Todas estamos como locas pensando en sacar modelitos chulos del hogar de la polilla y te levantas por la mañana y te pones un vestidito chulísimo con una rebequita y una cazadorita de temporada y según sales del portal y compruebas que hace un frío de narices, subes a por un abrigo, un pañuelo o un lo que sea, y ya no te da tiempo a cambiarte entera. Así que de repente vas vestida de inviervera o de primivierno, o de cuadro de Picasso si el drama es muy intenso.
3. El calzado. Podría entrar en el apartado armario, pero se merece un capítulo aparte. Porque si el que escribió ese cuento de duendecitos que hacían zapatos por las noches para ayudar a su casero, lo hubiera contextuado en primavera, los duendes lo habrían denunciado por explotación. Que una no sabe si ponerse los calcetines de ir a la sierra o las merceditas, las sandalias, las botas altas o si ir descalza, que es lo único que se adapta a todas las circunstancias.
4. La primavera la sangre altera. De hecho está demostrado clínicamente, y se llama "Astenia primaveral", e implica cansancio, irritabilidad, cambios de humor... y por cierto la sufrimos más las mujeres. Por ello querido macho ibérico, si al piropearme en tu exaltación sanguínea estacional, compruebas que me giro y te miro con el mismo odio que miro al despertador, no me lo tengas en cuenta. Yo soy un solete, pero en verano :)
Y dicho esto y reafirmándome en mi contradicción pisciana, que sepáis que yo también hago flores en el calendario.
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