Todo empezó cuando un día Marijose pronunció las palabras, -Na, que me caso-, mientras nos echábamos unos bailes en un garito de Malasaña. Y en ese momento la música dejó de escucharse. ¿Se paró el mundo? ¡No! Gritamos tanto que podíamos haber silenciado el ruido de mil manifestantes.
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Y a partir de ese momento todo fueron planes y planes que se materializaron en una fiesta de despedida de soltera con masajes, casa rural, piragüismo, comilonas y risas, antes de la gran velada, la boda.
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Una boda en Madrid, mola. Una boda en Ocaña City, ese lugar que tantas fiestas nos ha visto darnos y tantas veces nos ha acogido, en su tercera plaza más grande de España, no podía ser mejor de lo que ha sido.
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Hasta allí nos desplazamos los sociólogos, esos pequeños seres que nos conocimos hace 10 años (el team femenino) y 7 para la segunda oleada, fruto de un viaje mítico a Tunisia, capital del pelo del barbero.
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Mi viaje empezó alteradito, terminando de coser el vestido dos horas antes de irme y con una sorpresa de última hora... ¡Viva el Canal de Isabel II y sus cortes de agua! Afortunadamente uno de mis más mejores amigos/vecinos, me acogió en su hogar para poder irme a la boda sin tener que lavarme a lametones.
Superado el viaje y después del obligado paso por el bar, comenzaron las sesiones de chapa y pintura. Y allí estábamos, tantos años viéndonos con los vaqueros rotos, en el parking de la uni, tomando cafés con Paco y pisando la moqueta, para abrir una puerta y encontrarnos vestidos de punta en blanco. Impacto Total.
Nos pusimos rumbo a la iglesia. Cinco y media de la tarde, un sol de justicia, ¿dónde coño está la puta iglesia?
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¡Ahí está! Y casi nada más llegar, llega el coche, abren la puerta y aparece la novia. Todas las novias el día de su boda tienen un brillo especial, pero ver a Marijose así, nos puso a todos la piel de gallina, decir que estaba preciosa es quedarse muy muy cortos.
Superado el impacto, un poquito de misa y el sí, quiero, se dio paso a la fiesta y los desmadres.
Antes de empezar a contar la chicha, decir que es genial ir a una boda de una pareja cuando los has visto conocerse.
Y bien, llegamos a la paridas.
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Primer canteo, parte del grupo pierde el bus que nos llevaba a la finca por quedarse tomando cañas.
Segundo canteo, descubrir que la mayoría de los chicos están ubicados en una mesa con los niños. Luego descubrimos que los dueños del Menú infantil estaban creciditos, pero imaginarlos sentados con ellos tuvo su gracia. Que uno de los nuestros terminara cambiándose al menú infantil, no tiene precio.
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Tercer canteo, gente que en su chuzo, saca la tarjeta de crédito para pagar las copas en la barra libre, señoras que atacan a los invitados con abanicos ninja, bailoteos miles y un largo etcétera.
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A las ocho decidimos que ya habíamos dado todo lo que podíamos, y volvimos a la casa rural.
Esa casa rural con pijamas de peli de terror, invitados que tienen que volver a los madriles a las 11 de la mañana, señoritas que huyen de la cocina al son de "Dame un besito" y espías que vigilan el mínimo movimiento de una persiana.
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La dureza de las caras y los estómagos al día siguiente (de la que afortunadamente no hay documento gráfico), os las podéis imaginar.
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En fin, un finde inolvidable ¡Si me queréis, Casarse!
Jajajaja ¿conoces a alguien???? joe que pequeñisimo es el mundo!!!!
Pues si, el día siguiente fue durísimo! de hecho yo hoy todavía h llegao tarde a currar jajajaja vaya ruina!
Muakkks
A través de Potyyyyyy!!! jajajaj que bueno! Es un grande! y un tío entrañable!
Lo de los 6 grados de separación va a ser verdad!
Muaks!!
no me gustan las bodas, siempre me parecen un espectaculo. y un gasto de dinero, ademas en si, el concepto de casarse para siempre para mi no existe asi que x todo eso.
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