El otro día os invité a un evento de cosmética Bio y no me hicisteis caso.
Mal, muy mal, que sepáis que os habéis perdido uno de los mejores eventos de cosmética en los que he estado, por muchos motivos:
El sitio elegido: Bien preparado es poco, imaginaos que entráis en un edificio que por arte de magia parece haberse convertido en un invernadero, con enredaderas en el techo, plantaciones rodeando la habitación, sillas de jardín, una temperatura cálida, luces acogedoras...
La presentación: corta y práctica, suficiente para mantener la atención y no desconectar.
El producto: vamos al lío, Sanoflore es cosmética BIO, así que con la gestión solidaria, apoyando la biodiversidad y priorizando el cultivo local ya me han ganado un poco, me gustan las empresas que tienen valores.
Pero lo que más me gusta es su preocupación por las pieles sensibles.
Pues si hijos míos, mi sensibilidad no solo se queda en lo psicológico, se ha expandido hasta el infinito haciendo que cuando salgo de la ducha parezca un vestido de lunares, con la cara llena de manchitas rojas..
Y diréis, pues no es para tanto, no sería para tanto si solo fueran las manchitas.
No sería para tanto si no picara, pero pica, mucho, muchísimo, demasiado! Y a este tipo de drama le vienen bastante bien las cremas que no tienen ni colorantes, ni filtros solares químicos, ni un largo etcétera de productos que no mejoran mucho la situación.
Así que mira, fui a trabajar y acabaré por comprar.
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