Las celebraciones de nochevieja son ideales de la muerte y según las edades, los sufrimientos varían. Que conste que algunos son acumulativos, así que no me resisto a hacerme una categoría.
Cuando eres pequeño, pequeño, es todo fantástico. Te acuestas más tarde, la familia junta, tus primos por ahí polulando, te sueltan una propinilla, no hay cole y queda muy poquito para los Reyes.

Y el tiempo pasa y te conviertes en una adolescente, con el tabaco escondido en el bolso y pegada al móvil. Enhorabuena, por fin puedes salir y pasarte diez días buscando un vestido ideal, para descubrir que tu amiga va más mona, que el chico que te gusta al final no sale, que las barras libres solo sirven para estar pegada dos horas a la barra y cuando te toca que se les ha terminado el hielo, para que te poten en las macrofiestas, pasarte tres horas en el baño haciendo cola... Esta es la etapa extremo, esa en la que todo es una puta maravilla o todo es un puto drama.
Luego te haces más, más mayor y echas de menos a los que no están, pero te alegra estar con los que te rodean, te acercas feliz a esa bandeja llenita de turrones, pero antes de alcanzarla tu nuera te la retira de las manos, recordándote que tienes azúcar.
Y antes de darte cuenta, sea cuál sea tu categoría, estas comiéndote las uvas pensando en no atragantarte y cuando todo acaba, miles de besotes de uva te felicitan el nuevo año. Un año más.
¿Y qué me dices de las listas de propósitos del Año Nuevo????Eso..., eso meejor después de la resaca del garrafón de nochevieja no? je je je
Publicar un comentario