Sábado....cumpleaños de Marijose en Ocaña, todo un clásico, esta vez sin la visita de la tercera plaza más grande de España.
Domingo, hora de levantarse, las horas de sueño se podrían describir como infernales, pero en el infierno no puede hacer tanto frío.
Intento levantarme, a las dos en Madrid, el señor Rafa, también conocido como Papá, me espera, pero en Ocaña una almohada mágica me atrapa y mi móvil empieza a colapsarse.
Llegamos a Madrid y según pasan las horas mi móvil se tranquiliza y el colapso pasa a mi cerebro que decide irse de vacaciones, como siempre sin avisar.
De repente noto peso en la cabeza, ¿habrá vuelto el cerebro?.
No, es el pavo, que a la mínima que ve un hueco se aparca en la cabeza y con las plumillas y el movimiento me desconcentra para que no pueda decir frases coherentes.
Lunes, maleta en mano hacia el aeropuerto, debo haberme equivocado porque me encuentro en un tren de china, ¿o en una caravana de circo?.
Los pasajeros mañaneros hacen contorsionismo en la puerta de tren, y yo legaña en ojo y maleta en mano, para no variar, llego tarde.
Sin problema, en el aeropuerto han cancelado 10 de nuestros billetes.
Un ratito largo y vuelo a Galicia, en Bussiness Class. La diferencia con la clase turista...que te dan más chocolatinas, porque el espacio viene siendo el mismo.
Unas costillitas en adobo y sobadita en el hotel, (ais Manola, que siesta nos hemos echado!)
Llega la hora de currar.
Hoy en corazón de inventario, Decathlon en Santiago.
Se acaba la jornada, cinco de la mañana, volvemos al hotel, entramos en una habitación comunera a echarnos el último piti antes de dormir, y de repente nos percatamos de un pequeño fallo, nadie ha tapado la alarma de incendios.
Piiiii, Piiiiii, despejamos la habitación, carrera por el pasillo y risa histérica.
Agachada en una esquina veo salir a nuestro jefe.
Martes, hacia Ferrol en nuestra Vito, todos menos nuestro jefe al que hemos abandonado en el primer hotel.
Tras una pequeña pérdida en el universo de los peajes, conseguimos volver y allí nos espera, sentadito en la parada del autobús echando una cabezadita con la carpetita en la mano y dos adolescentes con mochila a su lado. Ale, ale que no es hora de ir al cole, a la furgo que nos vamos.
Domingo, hora de levantarse, las horas de sueño se podrían describir como infernales, pero en el infierno no puede hacer tanto frío.
Intento levantarme, a las dos en Madrid, el señor Rafa, también conocido como Papá, me espera, pero en Ocaña una almohada mágica me atrapa y mi móvil empieza a colapsarse.
Llegamos a Madrid y según pasan las horas mi móvil se tranquiliza y el colapso pasa a mi cerebro que decide irse de vacaciones, como siempre sin avisar.
De repente noto peso en la cabeza, ¿habrá vuelto el cerebro?.
No, es el pavo, que a la mínima que ve un hueco se aparca en la cabeza y con las plumillas y el movimiento me desconcentra para que no pueda decir frases coherentes.
Lunes, maleta en mano hacia el aeropuerto, debo haberme equivocado porque me encuentro en un tren de china, ¿o en una caravana de circo?.
Los pasajeros mañaneros hacen contorsionismo en la puerta de tren, y yo legaña en ojo y maleta en mano, para no variar, llego tarde.
Sin problema, en el aeropuerto han cancelado 10 de nuestros billetes.
Un ratito largo y vuelo a Galicia, en Bussiness Class. La diferencia con la clase turista...que te dan más chocolatinas, porque el espacio viene siendo el mismo.
Unas costillitas en adobo y sobadita en el hotel, (ais Manola, que siesta nos hemos echado!)
Llega la hora de currar.
Hoy en corazón de inventario, Decathlon en Santiago.
Se acaba la jornada, cinco de la mañana, volvemos al hotel, entramos en una habitación comunera a echarnos el último piti antes de dormir, y de repente nos percatamos de un pequeño fallo, nadie ha tapado la alarma de incendios.
Piiiii, Piiiiii, despejamos la habitación, carrera por el pasillo y risa histérica.
Agachada en una esquina veo salir a nuestro jefe.
Martes, hacia Ferrol en nuestra Vito, todos menos nuestro jefe al que hemos abandonado en el primer hotel.
Tras una pequeña pérdida en el universo de los peajes, conseguimos volver y allí nos espera, sentadito en la parada del autobús echando una cabezadita con la carpetita en la mano y dos adolescentes con mochila a su lado. Ale, ale que no es hora de ir al cole, a la furgo que nos vamos.
Hora de la cena, sucesión de piradas de pinza en todo el equipo, llegada al Decathlon, curro, más frío, más sueño, seis de la mañana y llegada al hotel en una habitación con su saloncito incluido. Manola y yo nos descojonamos, una habitación tan buena y sin los acompañantes ideales, si es que Dios le da pan al que no tiene dientes.
Miércoles, Vito nos lleva a Salamanca.
En mitad del trayecto Matrix F1.
Uno de nuestros coches se sale de la curva, hace un par de eses, unas vueltas en la autovía, se va hacia la cuneta, sale de esta y se queda en medio de la carretera. Frenamos entre frases de teleserie, se ha dormido!, ¡Dios!, ¡Dios!
Esta chica tiene futuro como especialista de cine o piloto, si conduzco yo a estas horas estoy tomándome un cafelito con San Pedro.
Vuelve la calma, nos echamos un piti en la cuneta, por fin llegamos a Salamanca y a currar, que nos gusta.
Bip, bip, bip, bip, banda sonora de mis sueños, ummmm cuan gratificante es el mundo del inventario.
Jueves. Salimos de trabajar y mientras algunos deciden pasar la noche en el hotel, Vito nos devuelve al resto a Madrid, ya nos avisó la del alquiler, te vas a enamorar.
Llegada a Madrid, vuelta al tráfico, caras de sueño, un ratito a dormir y el resto del día lo aprovecho...
Jueves. Salimos de trabajar y mientras algunos deciden pasar la noche en el hotel, Vito nos devuelve al resto a Madrid, ya nos avisó la del alquiler, te vas a enamorar.
Llegada a Madrid, vuelta al tráfico, caras de sueño, un ratito a dormir y el resto del día lo aprovecho...
Realmente no puedo con mi vida, más quisiera...
Siete horas de cama y 4 de sillón-siesta...
Siete horas de cama y 4 de sillón-siesta...
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